La obsesión por ser el mejor desde muy pequeños

Maticemos el título. Habría que decir más bien «la obsesión de los padres por que sus hijos sean los mejores», ya que un niño con 6 años cuyos padres quieren que haga un examen de nivel de español (recomendado para mayores de 11 años) no creo que todavía sea muy consciente del mundo en el que vive y se está criando.

Se me ha ocurrido escribir esta entrada a raíz de una problemática que compartía conmigo mi mujer. Resulta que en el colegio en el que trabaja los padres de una niña de 7 años quieren que esta haga un examen de nivel A1 escolar. ¿El motivo? Hacer que su hija destaque desde muy pequeña entre sus compañeros, que tenga algo que el resto no tiene. A la hermana, de 4 años, también la llevan por un camino parecido; las dos suelen estar ocupadas hasta las 9 de la noche, incluyendo fines de semana. Posiblemente estas niñas compartan el aprendizaje de español con el del inglés, violín y hasta un poco de ballet. Ser un niño en China implica que, después del colegio, tus tardes no tengan mucho espacio libre para dejar de aprender algo.

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Este hecho es algo común, de acuerdo al testimonio de otros profesores con los que he hablado. Padres que se ponen en contacto contigo y quieren que les prepares al niño o niña en cuestión para que haga tal o tal examen. La escena que se suele producir es la siguiente: el niño pasa, en principio no le interesa mucho, solo quiere descansar o jugar, y no ponerse a estudiar español a las cuatro de la tarde, cuando hace menos de una hora que ha vuelto del colegio. Pero, ¿qué se puede hacer? De hecho yo por mi parte me he negado a seguir formando parte de esto y prefiero centrarme en las clases en la universidad, pero hay profesores a los que no les queda más remedio, porque su ámbito de trabajo es el escolar.

Me apenan un poco estas nuevas generaciones, que se hacen mayores con demasiadas responsabilidades, en una sociedad que reserva los mejores espacios para los mejores, y ser el mejor en este país no es nada fácil; el camino empieza muy temprano, quizás demasiado. El alto ritmo al que crece China ha hecho que la clase media avance a pasos agigantados. Esto produce, a su vez, que estos nuevos padres, no habituados a alcanzar tales cotas, quieran lo mejor para sus hijos y, con la mejor intención del mundo, llenan las tardes de sus hijos para que en el futuro sean los mejores. ¿Puede que sea yo, desde mi modo de pensar occidental, el que, simplemente, no lo entiende? No sé, pero ahora que estoy casado y que puede que no muy tarde comience a tener hijos, no sé si estoy preparado para que mi hijo se desarrolle en un entorno tan competitivo.

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Pero, ojo, esto no es algo exclusivo a los padres chinos. El año pasado comencé a dar algunas clases a los hijos de una pareja con padre estadounidense y madre china. Estos niños, con pasaporte americano, aprendían al mismo tiempo piano, inglés, español, cantonés y algo de tenis. Incluso veía fotos de los chavales en un equipo de béisbol. No sé si es que mi infancia fue muy «paradita», pero creo que tan mal no he salido para no haber hecho casi nada de esto por la tarde. Como mucho unas pachangas en el polideportivo y un poco de inglés e informática.

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¿Quién no ha pasado por una de estas?

No quiero que se perciba que este artículo está escrito desde un punto de vista negativo. Solo expreso mi sorpresa ante esta tendencia de las clases media y alta chinas a poner el foco en la formación de sus hijos, a toda costa, pagando cualquier precio. Para muchos esta es una muestra de lo preocupados que están los padres por sus hijos y un ejemplo de buena educación y formación, para otros es un estrés quizás demasiado prematuro. Lo cierto es que es algo cada vez más frecuente, porque cada vez hay más dinero en las familias y qué mejor que gastarlo en que tu descendencia esté a la altura, y más en un país que apunta tan alto como China.

«Antes de ser un dragón, hay que sufrir como una hormiga».

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