Yuncheng (Shanxi), reencuentro con la China más tradicional

Con unas ganas locas de volver a viajar, empecé a buscar en el mapa que tengo pegado en una pared de mi piso algún lugar cercano a Xi’an donde pasar un par de días, y mis dedos se toparon con Yuncheng, a unos 200km al noreste. En la oferta de trenes disponibles encontré una conexión entre Xi’an y Yuncheng en tren bala, con una duración de viaje de solo 1 hora, por lo que parecía el lugar perfecto para hacer un viaje exprés. La información previa que tenía era lo poco que había leído en la Lonely Planet y un par de fotos en Internet, por lo que se trataba del viaje más a ciegas que iba a hacer desde que recalé en China hace apenas un año.

La aventura no tardó en aparecer. El primer contratiempo vino nada más llegar al hotel que había reservado en Booking, un “7 Days Inn” de los muchos que hay por China. Ya en Shanghái no me dio muy buena impresión entre que no encontraban la reserva y el nulo inglés que hablaban (aunque el problema es mío, ya que soy yo el que está en China). Ahora mi chino era ligeramente mejor, pero el problema estaba claro: no aceptaban extranjeros. Suena un poco mal eso de “no aceptan”; lo que realmente ocurre es que los hoteles necesitan una “licencia especial” para alojar a extranjeros, cual especie extraña que ronda por el mundo, y ese hotel no la tenía (ya les vale a los de Booking no avisar de estas cosas en un país como China). Con un enfado de dos pares de narices fuimos a un hotel que había enfrente, con la suerte de que allí si nos aceptaron, y hasta nos salió más barato, por lo que el parecía que el karma nos sonreía.

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En la zona de la estación de trenes del centro de Yuncheng hay varios hoteles, por lo que no tardamos mucho en encontrar otro hotel.

Esta ciudad tiene sencillamente dos o tres cosas que ofrecernos: el templo dedicado a Guan Yu, siendo el mayor en todo China dedicado a su figura; la estatua gigante de Guan Yu, de unos 80 metros de alto, siendo así una de las estatuas más altas del mundo; y el lago salado de Yuncheng, conocido como el “mar muerto” de China.

Guan Yu fue uno de los generales más importantes de China, y cuenta con numerosos templos dedicados a su culto por todo el país.

guan yu
Incluso aparece en algunos videojuegos.

El templo de Guan Yu queda en las afueras de Yuncheng, diría más bien que fuera por completo, ya que el autobús, el número 11, que parte frente a la estación de trenes del centro de la ciudad, sale por completo de la ciudad y te deja en la puerta (debéis decir que vais a “Guandi Miao”, el trayecto son unos 2 yuanes y alrededor de media hora). Se trata del “típico templo”, es decir, con su arquitectura tradicional y sus altares, pero este nos dejó un sabor más especial debido a lo poco transitado que estaba y a la tranquilidad que se podía respirar por consiguiente. Os dejo algunas fotos:

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La estampa típica de esta época es ver algunos árboles de este tipo, como cerezos o almendros, en flor. Precioso.

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Me lo pasé pipa con los gansos.

Cogiendo el autobús 21 en la misma puerta del templo podemos llegar a este punto:

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Lo que se ve a lo lejos es la estatua gigante de Guan Yu. Para llegar hasta ella no queda otra que caminar y caminar por mitad del campo, con sus correspondientes escenas: gente que pasa en moto y te saluda, campesinos que se quedan estupefactos al verte pasar frente a sus cultivos… A esto hay que sumarle que no había NADIE yendo hacia allá, es decir, las únicas personas que en ese momento estaba de camino a la estatua éramos nosotros, así que os podéis imaginar lo curioso de la escena. Una cosa es estar en el centro de Beijing o visitando los Guerreros de Terracota rodeado de extranjeros, ahora estamos hablando de que estábamos en tierra de nadie, sin saber cómo c… íbamos a subir a la estatua y encontrándonos a cada paso con escenas de la China más tradicional: la granja de gansos, los cultivos de maíz, escardillos por doquier… Y por dentro estaba disfrutando al mismo nivel que cuando me dirigía hacia la Gran Muralla.

Y allí llegamos:

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Por ese día era más que suficiente, quedaba volver de nuevo a la parada del autobús 11, en la puerta del templo de Guan Yu, pero había un problema: ya no había autobuses. La única solución era caminar más de una hora, pero, ¿alguna vez os han preguntado si hay alguien que vela por vosotros en algún lugar? Eso me pareció cuando dos mujeres que pasaban por allí se ofrecieron a llevarnos hacia la parada del autobús, las únicas dos mujeres que tenían un coche aparcado por la zona. La suerte y la casualidad atacan de nuevo.

Una vez cerca del hotel fuimos a cenar, y las escenas eran las mismas que en cualquier lugar donde no es típico encontrar extranjeros: gente sorprendida cuando articulábamos dos palabros en chino, viéndonos como usábamos los palillos, preguntándonos de donde veníamos… Se notaba que hacía tiempo que un extranjero no se paraba a comer por allí.

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Se me ha olvidado comentar que el autobús 21 es esto.

Al día siguiente nos quedaba solo visitar el lago, el “mar muerto” de China.

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Nosotros no nos bañamos, nos conformamos con hacernos un par de fotos por el lugar y disfrutar de la tranquilidad de la zona.

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Y así volvíamos a Xi’an, con la satisfacción del trabajo bien hecho, con una aventura más y sintiéndonos unos privilegiados por experimentar unas sensaciones que pocos viajeros experimentan, como la de valerte por ti mismo en sitio extraño, sin recurrir a ninguna ayuda más que a ti mismo y a tus ganas de conocer.

China, cada día te quiero más.

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Estos días han sido tan buenos que ni me importaban que me echaran las típicas fotos «destrangis».

«Cada cosa tiene su belleza, pero no todos pueden verla».